AITOR LARA
La plaza de toros alberga una cultura profunda llena de voces, gestos y referentes que pertenecen a una España profunda que se pierde en el tiempo y cuyos paradigmas hay que buscar en las fuentes de la historia y de la antropología de esta cultura singular.
En su interior se establece una relación directa con la muerte, el arte y el conocimiento popular, en un diálogo incesante y contradictorio entre naturaleza y cultura. La plaza acoge oficios propios y realidades particulares de un mundo que es muy celoso de sus artes y que pertenece a un tiempo antiguo aún presente.
El torero, cuando llega a la Plaza, se convierte en el héroe popular al que todos los asistentes admiran porque desafía a la bestia y burla a la muerte con su valor y su arte.
La tauromaquia continúa expresando su voz en medio de una sociedad contemporánea que está llena de contrastes. Hoy en día la tauromaquia dialoga y plantea interrogantes a la tradición mostrando las dos caras de esta misma moneda. Por un lado genera cultura y sentido para algunos, para otros pone en duda los paradigmas de la condición humana al tratarse de un acontecimiento en el que se le da muerte al toro en un espectáculo público.