En 1963 Ramón Masats (Caldes de Montbui, 1931) visitó Arcos de la Frontera en varias ocasiones. Le trajo hasta aquí el encargo de fotografiar esta ciudad para promocionar el turismo patrio. Buscaba obtener una imagen rotunda de la belleza de sus muros blancos, de su cielo azul y de la sombra de sus monumentos; un cartel publicitario limpio, construido con el grafismo propio de su fotografía, pero descubrió Arcos y acabó seducido por la vida y la pasión de sus gentes. Despuntaba ya entonces, como joven fotógrafo, en la radicalidad constructiva de sus imágenes, a las que desnudaba de todo lo prescindible para con menos, obtener más. .
Su mirada centraba el tiro en las líneas de composición, en el blanco de los planos encalados, en los que la figura humana apenas era un contrapunto que resonaba en el silencio del blanco. Sin embargo, aquí, de alguna forma, se vio superado por la vitalidad de sus ciudadanos, y decidió centrar en ellos el reportaje. Le sorprendió al fotógrafo la pasión con la que vivían sus festejos, la sabiduría con la que administraban lo divino y lo humano, la sensata lucidez en aquellos tiempos de escasez, y advirtió en su gente un orgullo de pertenencia compacto, una patria interior compartida, no necesitada de banderas ni colores más allá del humilde blanco de la cal y acaso el verde de la hoz del Guadalete. Ramón Masats practicaba, casi sin saberlo, lo que después llamarían fotografía humanista, que no es más que el retrato de la vida real, lo que suponía un escalón de humildad voluntaria en la consideración artística de la fotografía moderna. Una de las contribuciones de este autor a la fotografía española.
Esta exposición muestra una selección de instantáneas centradas en ritos festivos y escenas cotidianas a través de la visión personal del fotógrafo. Una mirada sutilmente irónica que define su autoría y celebra la idiosincrasia de un pueblo solidario en sus pasiones.
Muestra comisariada por Chema Conesa.