7º OTOÑO SEFARDÍ EN CÓRDOBA 2019.
Organiza Casa de Sefarad.
Entre el saber, el poder, la sospecha y el consuelo
La medicina se ha referido a lo largo de la historia de la humanidad a una condición humana básica: la salud y la enfermedad. La interpretación rabínica de la tradición judía, asegura que de los 613 preceptos/mandamientos ("mitzvot") presentes en la Torá, 213 tienen carácter higiénico-sanitario.
Nuestros judíos son una minoría, tanto en el periodo de tiempo de Al Andalus como en los reinos cristianos de la Península Ibérica. Es en la larga etapa de Al Andalus cuando aparecen y destacan las primeras figuras de la medicina practicada por nuestros judíos.
La medicina en este tiempo es heredera directa del denominado "galenismo", fundamentado en la filosofía natural aristotélica que establece la materia, el movimiento y el cambio (según la concepción "humoral") como los ejes del sistema salud y enfermedad. La práctica médica se centraba en las sangrías y purgas y los medicamentos terapéuticos eran de origen vegetal, mineral o animal. La tradición árabe introduce en Al Andalus (desde el siglo IX) importantes novedades respecto a la medicina "galénica". Destacan varios nombres: desde oriente la sabiduría de Al Razi, "padre de la pediatría" e Ibn Sina (Avicena) con su "Canon de la medicina", en occidente, la madurez de los andalusíes Ibn Said, Abulcasis (precursor de la cirugía moderna) e Ibn Ruschd (Averroes) con su "Enciclopedia médica". Galenismo y ciencia médica árabe son los pilares del saber del que se impregnan nuestros médicos judíos.
Desde el siglo X al XII, destacan las aportaciones de Hasday ibn Saprut, Abraham ibn Muhayir, Abraham ibn Ezra, Yonah ibn Biqlaris, hasta Yehudah ibn Tibbon, Seset ben Yishaq Benveniste y la cumbre de Maimónides (entre otros). La mayor parte de ellos pertenecen a círculos cercanos al poder (tanto en esta época como en las siguientes). La llegada de los "rigoristas" almohades (siglo XII), provoca un éxodo masivo de médicos judíos hacia los reinos cristianos y la Provenza francesa. En este viaje llevan consigo todo un tesoro de conocimientos de carácter multicultural: tradición greco-bizantina, latina y árabe; igualmente el conocimiento y uso de las lenguas griega, latina, árabe, hebrea y romance. Gran parte de la transmisión de todo este bagaje científico y cultural se sustenta en una herramienta fundamental: la traducción. Nuestros médicos judíos son protagonistas de este acontecimiento.
El siglo XIV es testigo de las grandes persecuciones en el territorio hispano y grandes epidemias en toda Europa. Toda una secuencia de ordenanzas, decretos y concilios que prohíben a los judíos ejercer la medicina, se van sucediendo. Un ambiente difícil para una minoría. Durante el siglo XV se ejecuta la expulsión de una parte de nuestros judíos y comienzan las sospechas sobre los judeoconversos. Ejercer la medicina para nuestros médicos judeoconversos se convirtió en una carrera de obstáculos. Los obstáculos derivados del control social que ejercía la Inquisición y de la imposición de limpieza de sangre; los obstáculos que aplicaba el estamento médico cristiano (Protomedicato) para el estudio y ejercicio de la medicina y, por último, los obstáculos impuestos por la ortodoxia judía que consideraba a la Torá como fuente exclusiva para los asuntos de la salud, rechazando la filosofía natural y las ciencias especulativas. A pesar de estos retos nuestros médicos judeoconversos serán reconocidos dentro y fuera de la Península. Ellos serán protagonistas del gran salto en la ciencia médica que se produce en la transición del siglo XVII al XVIII. La demostración de la circulación de la sangre pone en crisis gran parte del legado de la medicina galénica. El cuerpo humano es redescubierto y los médicos de origen judeocoverso están ahí.
Una ciencia que debe provocar consuelo atravesada por el saber, la sospecha y el poder.