SYLVIA MOLINA
Notebook es un término compuesto de dos palabras; y así, separadas, es como ha querido Sylvia Molina disponerlas en el título de esta exposición: note|Book. Nota|Libro, es decir, libro de notas textuales, pero también de notas musicales. La música tiene mucha importancia en la obra de Sylvia Molina, de la música como lenguaje en el que cifrar/traducir la experiencia artística. En ese sentido, la cesura entre las dos palabras que conforman el título marca una separación, una manera de estar juntos ambos territorios, el de la música y el de la escritura. Una síntesis disyuntiva, que diría Deleuze. Los intersticios son importantes en la obra de Sylvia Molina, la grieta, el entre. En los terrenos intersticiales fructifican valiosas especies.
En el trabajo de Sylvia Molina la traducción no es una herramienta de trabajo sino la sustancia de la obra. No se trata de traducir lenguas sino lenguajes. El de la música y el del texto, pero también el de la expresión plástica. En realidad, independientemente del lenguaje en el que se concrete, se habla en todos los casos de escritura: la escritura textual de Diálogos Inesperados, la escritura rasgada de Kintsugis, la escritura musical de 40 Ark. Signos que se entrelazan con otros signos, como si el sentido y el significado de las cosas no consistiera sino en esa traducción, en ese entrecruzamiento de los lenguajes.
Pero, ¿qué es lo que incita a la inscripción (en sus múltiples formatos) en el caso de la artista? Ahí es donde cobra protagonismo la Sylvia Molina profesora, la Sylvia biográfica (eso que, de momento, no puede imitar ninguna inteligencia artificial), la araña que teje todos estos hilos que correrían el riesgo de pender desconectados. Pues Sylvia cose y teje, como Ariadna, como Ada Lovelace en el telar imaginario de su máquina analítica.
Toda traducción requiere de un traductor, de una interfaz. Una interfaz que parte de lo analógico (pintura, hilo) y lo traduce a lo digital. Ceros y unos. Blanco y negro. Bitmap, pero también Kintsugis. El binarismo es usado aquí no como herramienta de computación sino de expresión artística, como simbología esencial que remite a los opuestos de Heráclito o al yin/yang taoísta.
La obra de Sylvia sigue el modelo topológico del tejido, de un tapiz. Por tanto, lo importante en ella no es tanto el tiempo sino el espacio. En Diálogos inesperados se entrecruzan los tiempos, se entreveran las disciplinas. Sylvia ha fabricado un Aleph, un círculo del Paraíso, una casa de muñecas donde habitan y dialogan los hombres y mujeres (Warburg, Bohm, Benjamin, Heisenberg, Deleuze, Gould, Asins…) que admira, una genealogía declarada de la artista, claves que nos ayudan a entender su visión de la ciencia, de la cultura y del pensamiento. En lo simultáneo el tiempo se convierte en mera anécdota. Así leemos en uno de los textos que conforman el libro de artista: