Novus lex vetus move (nuevas reglas para un juego antiguo). Bajo este ostentoso título se esconde la muestra de pinturas de Ignacio Algarín, donde mezcla representaciones de melancolías y de los temperamentos con portadas de libros del XVI y cartas del tarot reinterpretadas.
Escribía el filósofo Wolf Lepeines, donde acaba la utopía comienza la melancolía, cita que el artista utiliza a la hora de afrontar esta pequeña muestra pictórica.
Es imposible cerrar los ojos frente a la realidad que nos ocupa, la sociedad al completo se encuentra en una encrucijada y las miradas acostumbradas a décadas sin cambios sustanciales, se debaten entre el no dar crédito o buscar la evasión; y el arte como cualquier representación humana es permeable a la sociedad en la que vive. Hoy más que nunca, ante la ruinas de los últimos baluartes de las utopías aflora la melancolía, junto con las supersticiones, lo mágico o lo terrible... todo lo sometido al imperio de la bilis negra. La ciencia en la que antaño creíamos a ciegas ha resultado inservible en el primer envite, mientras que la estructura social que creíamos firmes, muestra sus pilares flácidos, como si un profundo desconocimiento de la historia nos obligara a repetirla, un universo sumido en una tragedia griega o un eterno retorno inexpugnable.
Todo regresa, como las pandemias, o la iconografía en épocas de censura y sus libros quemados, tachados o excomulgados, hoy como antes navegamos en aguas turbulentas e inciertas, ante lo cual unos se evaden en la luna, que gobierna las mareas y los monstruos marinos como la langosta, otros entran en cólera cuyo humor era representado con el fuego y las bestias salvajes como el águila o el león. Pero otros se sumergen en la melancolía: que en su iconografía la figura posa decaída, con la mirada perdida, hoy sería frente al televisor o al móvil y aún teniendo en sus manos todas las herramientas son incapaces de hacer nada.