La muestra –cuarta ya en esta real institución- recoge una selección de su pintura de los últimos años. Veinte óleos, de muy diversa temática y técnica, nos acercan a su visión de artista del mundo en el que vive, el que revive y tal vez también el que sueña. Hay una amplia presencia de un tema íntimamente unido a él: el paisaje extremeño, inmenso e intenso en color y fuerza, donde tierra y cielo tienden a fundirse, como podemos ver en “Paisaje con cielo nuboso”, “Paisaje de montaña extremeño”, “La llanura sin fin”, “Páramo” o “Paisaje de verano”.
La presencia –y protagonismo- de la naturaleza se extiende también al detalle: “Camino”, “Los cardos verdes”, “Árboles”, “El florero azul” y “El florero roto”. Otras veces se servirá de la imagen de pueblos o ciudades para revelarnos los más diversos sentimientos: “Noche en el pueblo”, “Ciudad en fiestas”, “Pueblo abandonado”, “Pueblo arrasado por el fuego” y “Después del terremoto”.
Y como muestras de otros protagonistas habituales de su pintura, no podía faltar un gallo (“Gallo cantando en día de aire”), pájaros (“Buscando ramas para dormir”) y la crítica social a través de los espantapájaros (“Desacuerdo entre espantapájaros”). Otras dos obras completan la exposición y el amplio abanico de temas tratados: “Aterrorizado” y “Rompiendo las olas”.
Antonio Casquete de Prado nació en Segura de León (Badajoz) en 1932 y a lo largo de casi siete décadas de dedicación a la pintura, su obra ha recorrido los más diversos asuntos, desde los iniciales más académicos hasta sus incursiones en el abstracto, aunque ya desde sus comienzos mostró predilección por el paisaje, de forma singular por el extremeño.
Desde que expuso por vez primera en 1953 hasta hoy son treinta y cinco las exposiciones en las que ha participado tanto individuales como las compartidas con la que sería su mujer, Ana María Sagrera, y otras colectivas. Sin embargo, no ha sido nunca esta su prioridad sino, sobre todo, la investigación de diversas técnicas y la búsqueda personal de esa imposible perfección a la que aspira todo artista. Como él mismo confiesa, es liberal en el recurso de esas técnicas, ya que no sujeta ni condiciona su pintura a una sola porque considera que cada tema, y hasta el estado anímico que provoca, le exige recurrir a una diferente. Esa libertad ha sido siempre una de sus más destacadas señas de identidad como pintor.
También es relevante su obra gráfica, ilustrando numerosas publicaciones, periódicas y monográficas, principalmente relacionadas con su tierra natal. Sus pinturas pueden contemplarse hoy día en diversos museos e instituciones, públicas y privadas, españolas.