Exposición retrospectiva que recorre y se sumerge en las principales temáticas, narrativas, conceptos y tendencias del reconocido fotógrafo almeriense Pérez Siquier.
La muestra se compone de 139 fotografías, junto con material complementario, estructurado en las siguientes secciones:
La Chanca. 1956-1962
‘La Chanca’, serie definida por Pérez Siquier como “reportaje puro”, es el resultado de varios años de trabajo en el barrio homónimo de la capital almeriense. En descenso desde la colina coronada por la Alcazaba, La Chanca se despliega en forma de cuevas horadadas en la roca y casas de aspecto cúbico que esconden una historia dramática de subdesarrollo, bombardeos y hambre. El fotógrafo, que visitó la zona durante años de manera regular, lejos de centrarse en el aspecto más cruento del lugar, buscó una manera en la que el barrio se representara a sí mismo, en la que quedara reflejada la dignidad del marco que cobija el devenir de una vida cotidiana superviviente y optimista.
La Chanca en color. 1962-1969
En la década de 1960, Pérez Siquier matizó su propio discurso en ‘La Chanca en color’, donde pareció revertir el sentido neorrealista de la serie en 35 mm en blanco y negro a través de la película en color y de formato mayor, los 6 x 6 cm que le permitía la cámara Rolleiflex. Planteó una mirada más abstracta, centrada en la sensualidad cromática que cobra el barrio al calor de las anilinas diluidas que utilizan los vecinos para encalar sus casas cada año, así como la interrelación de estos con esas peculiares estructuras arquitectónicas y sus texturas exteriores. El color añade a la fotografía de Pérez Siquier un nuevo nivel de información y una mayor transparencia, pero sobre todo un impulso más abstracto y formal.
Informalismos. 1965
Los paramentos aislados, fragmentados, con sus sedimentos de color, que se generaron durante la intervención del barrio de la Chanca por parte del Ayuntamiento de Almería, enlazan con la búsqueda de la pura abstracción del informalismo pictórico hacia la que Siquier tendió desde ese momento, aproximándose a las formas autónomas y la valoración de los colores planos. Son asimismo prodigiosos collages que traen a la memoria las fotografías monocromas de Aaron Siskind, los muros esgrafiados de Brassaï, el gesto expresionista de Willem de Kooning o la concepción del muro como espacio comunicativo de Antoni Tàpies. Abstracción, en definitiva, pero en el contexto de un barrio en peligro de derribo.
La playa. 1972-1980
El grado de provocación, novedad y ruptura que late en el conjunto de fotografías de ‘La playa’ es más difícil de comprender en la actualidad que en su momento de creación, los años setenta, cuando la fotografía artística en color se encontraba en pleno desarrollo. En 2013, el fotógrafo Martin Parr escribía: “En la historia de la fotografía hay algunas imágenes tan radicales que la gente simplemente no sabe dónde situarlas. Las imágenes de playas de Carlos Pérez Siquier resultan ahora tan frescas como el día en que se tomaron, y no hay que olvidar el contexto de la fotografía contemporánea de ese momento, tanto en España como en Europa”. Pasadas varias décadas, estas fotografías se mantienen tan vivas y actuales como desafiantes y poco normativos los cuerpos que las habitan.
Trampas para incautos. 1980-2001
En las décadas finales del siglo, Pérez Siquier siguió explorando la evolución de la sociedad de consumo a través del paisaje y los objetos que genera. Las personas desaparecen de nuevo y son sustituidas por sus creaciones o vestigios. Estos espacios cotidianos, vulgares, que se han terminado convirtiendo en un auténtico lugar común en la fotografía contemporánea, no lo eran tanto cuando en los años ochenta Pérez Siquier empezó a retratarlos a modo de presencias espectrales en ausencia de sus usuarios.
Encuentros. 1991-2020
Pérez Siquier poseía una manera de ver el mundo contemporánea, que se recreaba en espacios de su entorno, lugares duros, vulgares, anodinos: azulejos, plásticos, cortinas metálicas doradas, coches enfundados o abandonados, medianeras de edificios. Y los retrataba sin hacer concesiones, de manera directa, certera, brillante, desde un planteamiento original capaz de convertirlos en imágenes duraderas que se fijan en la mente como restos de un discurso del que solo queda el eco, como escenarios de un teatro extinguido. Se trata de una versión muy personal de la estética pop que le llevó a encontrar atractivo en todo aquello en lo que otros encontrarían desolación.
La Briseña. 2015-2017
Serie de fotografías tomadas en su casa ‘La Briseña’ que en palabras del propio autor era “[…] lugar es apacible, ajeno a vecinos indiscretos, a ruidos y agobios, es el retiro ideal para enfrentarme a un paisaje austero, de espacios abiertos a la mirada, mientras escucho el trinar de los pájaros al alba y el canto de los grillos al atardecer, a la vez que riego mi personal jardín del desierto. Y es en esta paz, en ocasiones, cuando me viene a la memoria la sabia reflexión del poeta andalusí: “La mata de albahaca que hay en mi casa es más preciosa para mí que el propio paraíso”.