Obras de Agustín Israel.
Definir el Flamenco de forma concisa y sin andarse por las ramas de su árbol genealógico no resulta tarea fácil. El Flamenco es mucho más que el producto resultante de combinar determinadas estructuras, compases y armonías. Constituye en sí mismo toda una filosofía de vida; maneras y formas de vivir y sentir que van más allá de la demarcación de su propia genealogía.
Estos límites quedaron muy bien definidos a principios de los 70 cuando Mario Gómez dirigió para TVE la serie documental “Rito y Geografía del Cante Flamenco” Un recorrido de 99 capítulos de una hora de duración por los diferentes palos del cante y sus exponentes más representativos. Un testimonio impagable, irrepetible y de obligado visionado para todos aquellos que se consideren amantes del género. Cincuenta años después, Agustín Israel (Morón de la Frontera, 1980) nos propone d viajar de nuevo por los caminos del Flamenco en un recorrido de ida y vuelta (como no podía ser de otra forma) por los diferentes cantes, teniendo el Arte como vehículo conductor.
En esta ocasión, la genealogía del género se actualiza mutando en el trazado de un metro imaginario donde cada rama es una línea con parada en los diferentes palos donde el espectador podrá encontrar una obra representativa de cada uno de ellos. El trayecto se inicia tomando como punto de partida una línea principal: la de los cantes primitivos, con una primera parada en la Toná, a partir de la cual se irán sucediendo diferentes transbordos que tendrán como destino una última parada consagrada al llamado “Flamenco-Fusión” ya en el momento actual.
El artista cumple a la perfección con su papel de maestro de ceremonias y reinterprete que actualiza la tradición flamenca. Para ello, pone su extenso y reconocido catálogo de creaciones propias e intervenciones al servicio de esta obra de ingeniería flamenca que cuenta además con la particularidad añadida de no establecer el habitual diálogo de conexión entre obras, aquí independientes todas ellas entre sí. Seguiriyas, Tangos, Soleares, Cantiñas, Bulerías, Alegrías, Alboreás, Jaleos, Livianas, Malagueñas, Fandangos, Granaínas, Mineras...serán paradas obligatorias en este ejercicio de sentir y respirar el Flamenco al límite. El autor convierte el recorrido en una ecléctica juerga flamenca plagada de costumbrismo, símbolos populares y referentes de nivel de lo más variado (de Velázquez a Sorolla, pasando por Bacarisas o Keith Haring); un disparate de lunares y volantes; fantasía de flecos que se enredan en elementos tan icónicos como unos capirotes de nazareno, bajo los cuales todos podemos alcanzar por una vez el privilegio de poder sentirnos anónimos y flamencos a partes iguales “por derecho”.