Carlos Pesudo (Castellón, 1992) decide en “El Guateque” nombrar como musa, toda la energía que rodea estos encuentros, siendo consciente de que fuera del hábito rutinario, el desenfoque, genera un nuevo enfoque.
En este conjunto de obras encontramos una suerte de pirotecnia plástica donde las aparentes formas orgánicas se transmutan en el último segundo para dar vida a un narrativa abstracta, impulsiva y feroz.