En los orígenes de la pintura de Urréjola hay dos grandes líneas de influencia: la de los maestros barrocos (Ribera, Rembrandt) y la de Fernando Zóbel, su “iniciador en el arte del despojamiento”. Hojear los catálogos gráficos de Urréjola es comprobar la dialéctica constante entre estos dos grandes impulsos: no ya el figurativo y el abstracto (que en su caso se pueden con-fundir en el umbral del expresionismo), sino la tentación de la materia y la tensión hacia la ingravidez. Y mediando entre ambas, la huella de Turner.
Carlos Bousoño advirtió, en Épocas literarias y evolución (1981), la homología profunda entre momentos creativos particularmente ardientes y contradictorios como son el barroco, el romanticismo y las vanguardias históricas. A ellos habría que añadir, en la cadena temporal, este momento postmoderno que se inicia en torno a la revolución cultural del 68 y que supone la emergencia de un neobarroco, de un neodecadentismo y de una neovanguardia. Esta es la familia en la que se incardina un pintor como Ricardo Galán Urréjola.
En él conviven extremos que singularizan su carácter: el gesto amplio y temperamental y la minuciosa atención al detalle; la expresividad turbulenta del color y el misticismo de la luz; la felicidad para la composición y la perspectiva y la tendencia a la disolución formal. Él es consciente de la dualidad que lo atraviesa: la necesidad de e-moción, movimiento, velocidad, y su reverso inmóvil, contemplativo.
Esta muestra contará con un total de 25 obras realizadas con técnica al óleo sobre lienzo en distintos formatos.