La pintura vive hoy en Andalucía, y en general en todo el mundo, un momento verdaderamente próspero. Su variedad, profusión y viveza es tal, que sería imposible acotarunúnico territorio para referirnos a sus incontables posibilidades. En laúltima década su protagonismo ha ido en progresión ascendente, tanto en esta comunidad autónoma como en el concierto internacional. Dentro de nuestro contexto, siempre ha sido un medio que nos hadiferenciado de otros lugares, una seña de identidad característica del arte contemporáneo delsur, quizás su pilar más sólido. ETCÉTERA, ETCÉTERA se plantea como una exposicióncolectiva de treinta autores emergentes, la mayoría menores de treinta años, que vieneprecisamente a reivindicar la fuerza y el potencial de este medio, ahora en auge y con unarenovada capacidad de atracción. Es importante destacar que objetivo de esta muestrapanorámica no es realizar una selección excluyente de nombres -necesariamente lapropuesta se acota a un espacio-, sino más bien el contrario: procura presentar un horizontelo más amplio posible que revela a partir de varios itinerarios el excelente estado de la nuevapintura andaluza.Varias podrían ser las causas del fulgor actual de la pintura. Si nos centramos en los jóvenes,quizás el descreimiento y la falta de expectativas ante el difícil momento que viven hoyaquellos que deciden dedicarse a la creación, hacen que se vuelquen con algo tangible ysencillo como un cuadro. La pintura es un ejercicio personal introspectivo donde no existenintermediarios. Requiere apenas avituallamiento, permite pensar y ejecutar con pocos medios.En una sociedad cada vez más individual, donde los ideales y luchas comunitarias handecaído, donde millones de chavales se resguardan en el ordenador de su habitación, lapintura resulta un amparo oportuno, un lugar donde encontrar cobijo y conectar con unomismo para buscar motivos en los que creer más alládelscrollen elsmartphone. Saturadosde lo virtual, la autenticidad concreta de la pintura es una verdadúnica que se toca y se sientecon las manos, que mancha y huele, que no se puede reproducir, ni multiplicar o copiar confacilidad. Es algo que existe y se ratifica por encima de la ficción que habilitan las redessociales, un espacio sospechoso y atiborrado de impostura. Hemos pasado en menos de unadécada de los objetos palpables a la pantalla. Hoy todo es interfaz. La realidad se sustituyepor un sucedáneoonlineque carece de corporeidad. La cultura-red1 absorbe con la voracidadde un agujero negro. En este mundo ubicuo, la fisicidad de lo pintura sobresale paradescubrirnos las posibilidades del gesto verdadero. Mientras una elocuente mayoría dejóvenesmultitaskingpierde el tiempo en Youtube o baila al son que marcan los DJ de lamirada de Instagram o TikTok, moverse en la dirección contraria y apostar por usar pinceles yun lienzo supone asumir una posición de inusitada rebeldía contra la previsibilidad del modelodominante en estaúltima generaciónmillenial. Más aún, en un contexto ahíto como el actual,donde prevalece un tipo de entretenimiento visual en el que la imagen cada día dice menos,se agota en el mismo momento de ser presentada. Internet ha propiciado el desarrollo ydifusión de nuevas inquietudes, sensibilidades y preferencias adolescentes de una maneraabsolutamente distinta a como se hacía en las décadas postreras del siglo XX. Loscomportamientos narcisistas nos rodean, cunde el exhibicionismo y la obsesión por losselfies.En ese entorno debilitado y disperso de los veinteañeros, la pintura permite situarse lejos de latecnología y establecer argumentos lo suficientemente firmes para que, alguien que quieradedicarse al arte, construya un cimiento que posibilite el desarrollo de una carrera.