Muchas mitologías, leyendas y religiones del mundo antiguo han narrado el origen de la humanidad a partir del modelado del barro, del hombre como objeto cerámico. La arcilla ha sido concebida como la materia prima para la creación, una herramienta de los dioses. Al mismo tiempo, el más denostado de todos los materiales, el que más cargas utilitarias lleva a cuestas, pero también el que menos barreras y reglas estéticas le han impuesto.
El siglo XXI ha abierto nuevos caminos discursivos para la cerámica, a partir de la destrucción física e ideológica de lo que debe ser el saber hacer del alfarero. La forma en que los artistas aquí presentan su trabajo con este material ya es una renovación conceptual en sí misma, ya que han sido capaces de cambiar el significado de las formas que reconocemos, de esos recipientes y utensilios cotidianos que instintivamente asociamos con la cerámica. Producen, en palabras del ceramista Willow Pattern, una suerte de “sabotaje estético”, que de alguna manera intenta transgredir la imagen tradicional de estos elementos o utilizarla en su favor para generar cierta incertidumbre en el espectador.
Sabotaje Estético propone una mirada subversiva a la temporalidad hegemónica y las lecturas anquilosadas con las que nos hemos enfrentado a este material e incluso al arte en general. Las formas oníricas, extrañas y fantásticas, o las transformaciones y mutaciones que muestran algunas de estas obras, aluden tanto a mundos mitológicos como futuristas, evidenciando un imaginario fantasmagórico donde el papel activo de la materia subraya sus infinitas posibilidades: mezclas irregulares, atrevidas, con recuerdos. de kitsch ocomposiciones posbarrocas, alejadas de cualquier ideal o canon clásico. Opciones que incluso pueden resultar perversas, como sostuvo el escultor y diseñador de origen japonés Isano Noguchi, ya que “puedes hacer que la arcilla se parezca a cualquier cosa”. Ahí radica su peligrosidad ya la vez su gran potencial, en llegar donde los demás no llegan.
El arte cerámico se ha imbuido de nuevos dialectos apartando finalmente nuestra mirada de las funciones prácticas e introduciéndonos en el mundo irracional de los sueños, las apariencias y el deseo. Sin embargo, me atrevería a decir que las piezas aquí presentadas ya son atemporales, ya que juegan con esas formas y referencias que han sabido trascender en el tiempo y que, por tanto, ya están grabadas en nuestro imaginario colectivo. Si la cerámica precede a la existencia misma de la humanidad, como seres cerámicos que somos, no nos queda más remedio que reivindicar su valor original.