Dibujos a lápiz y plumilla de IGNACIO MARTÍN CUADRADO.

El visitante de esta exposición tendrá la oportunidad de descubrir, tal como lo describe Enrique Fernández Bolea (Licenciado en Filología Románica por el “Instituto de Estudios Almerienses”, Técnico en Gestión Cultural, Promotor y Comisario de Exposiciones), en el siguiente extracto del texto de presentación del catálogo:

“Quien contemple quedará cautivado por la magia de este artífice de sueños tan reales –o no– como la propia existencia. Es el universo de Ignacio Martín Cuadrado, el psicólogo sereno de arrebatadora creatividad, el “poeta del dibujo” que vierte sobre el papel versos con forma de trazos, tan sublimes y sugerentes, tan fascinantes. Son los universos –así, en plural, debí escribirlo antes– de un polifacético artista, de un escritor comprometido, de un humanista penetrado de humanidad hasta la médula.

Y en este cosmos personal e inmenso habita una obra vigorosa, vital, desbordante de inspiración, cuyas temáticas se fundamentan casi siempre en la reflexión detenida de lo que acontece a nuestro alrededor, pero también en la belleza de cuanto nos rodea que, demasiado a menudo, nos suele pasar desapercibida. Del adentro, de un pensamiento fértil que ha sido herramienta de su dilatada actividad profesional, brotan sus motivos; de su perspicaz observación nacen elecciones e inspiraciones. Pero la producción de Martín Cuadrado no es solo el fruto de su trayectoria personal; en sus esencias artísticas reposan poderosas influencias generacionales que se remontan a su abuelo, el afamado intelectual y arqueólogo Juan Cuadrado, también él un pintor y dibujante consumado; y a su madre María Luisa Cuadrado Cánovas, talentosa dibujante y dichosa responsable, según el propio Ignacio, de sus inclinaciones creativas.

El realismo se funde con lo onírico, con lo soñado o, quizás, con lo anhelado, pero qué son los sueños sino retales alterados de lo vivido, a veces deseos no satisfechos, querencias frustradas. Lo sabe bien nuestro artista, y lo plasma aún mejor, entre lo preciso y lo evocador, a través de su dominio avasallador del grafito que suple con creces el cromatismo otorgado por el color: la realidad se impone en escala de grises tanto como el color se ausenta de nuestros sueños. No obstante, a veces trazos de color procedentes de tintas y lápices alteran el imperio del humilde grafito y dotan a las composiciones de fulgurantes destellos, tan oportunos, tan equilibrados…”