En el proyecto expositivo “Todos están muertos” la artista visual Marisa Benito Crespo hace una reflexión sobre la postfotografía aplicada a la fotografía familiar. En este contexto postfotográfico de la era digital nos relacionamos con las imágenes de otra manera, tienen otros significados y se han desmaterializado; se han convertido en elementos sin cuerpo, efímeros y sobreabundantes. El paso del proceso analógico al digital ha devenido en un cambio de paradigma.
El proyecto surge de la necesidad de concretar un sentimiento y una inquietud relacionados con la fotografía vernacular, con la intimidad de lo familiar y nuestra condición de seres apegados a
lo material. La reflexión gira en torno al soporte físico fotográfico versus el soporte inmaterial digital y establece un diálogo conformado por diversos lenguajes y soportes: el espacio-tiempo en la vídeo creación, la vuelta a lo corpóreo con la fotografía impresa y la palabra literaria en relación a las imágenes intervenidas en el libro de artista, que cuenta con una edición de 300 ejemplares numerados.
Las fotos familiares eran un tesoro que pasaba de generación en generación, que se podían mirar y tocar para evocar la memoria de un momento o un ser querido. En numerosas ocasiones era un acto colectivo que propiciaba el intercambio oral de historias ayudando a conformar la unidad identitaria de la familia. Los que hemos experimentado el paso de la tecnología analógica a la digital tenemos nuestra memoria fragmentada entre el papel fotográfico y las pantallas. Es fácil encontrar una foto en nuestros álbumes; no tan fácil encontrarla entre cientos de archivos y carpetas. Esas fotografías si no las mirarnos dejan de existir.