En la muestra, la artista María Rosa Aránega Navarro hace una revisión de estas violencias ejercidas en territorio andaluz desde el año 711 hasta la contemporaneidad.
Un mapeado a través de imagen y texto sobre las relaciones entre identidad, memoria, violencia y supervivencia en Andalucía, especialmente en dos momentos clave de su historia.
La muestra se encuentra vehiculada por letras flamencas, con versos de Manuel Agujetas y de los moriscos Manuel Gerena y Francisco Moreno Galván. Sus letras, que mantienen un carácter atemporal y comprometido políticamente, guían el diálogo visual de la muestra, conectando y generando una resignificación entre episodios pasados y presentes.
A partir de 1942, los Reyes Católicos despliegan una maquinaria de persecución y exterminio al diferente, especialmente en los territorios conquistados tanto en la península como en América. Además de la expulsión de la población sefardí y musulmana, la persecución también puso su foco en la población andalusí conversa, morisco y marranos (judíoconversos), a los que se les exigió demostrar constantemente su buena conversión. Aunque la Inquisición española no fue la más mortífera de Europa –ya que en gran medida se centraban en castigos económicos–, sí fue la que más tiempo estuvo vigente, hasta 1834.
También se puso atención en la exterminación del idioma hablado durante cientos de años en Al-Ándalus y en aquellas costumbres asociadas a la cultura andalusí. Incluso se llegó a crear un plan de extermino de la población gitana, denominado La Gran Redada (1749), que mandó retener y separar a hombres y mujeres para conseguir su “extinción”. A la mayoría de hombres gitanos se les obligó a trabajar en los arsenales del ejército y en las minas de Cartagena, Cádiz, Alicante y Ferrol. A los moriscos se les prohibió seguir desarrollando oficios fundamentales, relegándolos al trabajo del campo o las minas. De ahí la abundancia de cantes camperos o las mineras en el flamenco que reflejan la difícil realidad social y económica de la clase trabajadora y que la Inquisición prohíbe cantar. El corregidor de Carmona, en vísperas de la expulsión, se refiere a ellos como “gente miserable, trabajadora y jornaleros del campo". Aún hoy, el trabajo agrario es una de las señas de Andalucía. Atendiendo a estas últimas cuestiones, es importante destacar que la principal expresión cultural andaluza y una de los artes más vivas del mundo es el flamenco, nacido allá donde se sufre la marginación, la expropiación material e inmaterial, la miseria y la persecución. Los romances y las letras de los diferentes palos flamencos han recogido, a través de la memoria oral, la dualidad de la alegría y el dolor de todo lo que implica ser diferente, ser un felah (campesino) menkub (desposeído).
En otro momento de la historia, durante la Guerra Civil y la dictadura franquista (1939-1975), se adoptó una numerosa terminología relacionada con las Cruzadas o la “Reconquista” católica de 1492 en todo lo referido a la persecución del mal castellano-nacionalcatólico. Antonio Vallejo Nájera, médico recordado por sus planteamientos y trabajos realizados para la “depuración e higiene racial” durante el franquismo –de ahí que sea conocido como el Mengele Español, asociándolo con Josef Mengele y a sus infames acciones durante el exterminio nazi–, conectó en 1941 la degeneración que padecía la “raza española” con la herencia que existía de la población conversa en España. Así justificó el genocidio franquista, cuya intención era exterminar el “gen rojo” y perpetuar “la raza española”, basada más en paradigmas espirituales más que étnicos.
Andalucía es la región con mayor número de víctimas y fosas comunes de la Guerra Civil, casi 800 fosas comunes identificadas hasta el momento. El trauma de la exterminación de cualquier vestigio cultural andalusí, morisco, judío o gitano ha sido arrastrado a través de los años de una forma casi inconsciente, al que se le suma el golpe traumático de la represión franquista, un doble trauma histórico sobre un pueblo andaluz que deliberadamente posee uno de los peores datos económicos de Europa, los más negativos prejuicios, una asumida violencia estructural o la instrumentalización y folklorización más reduccionista de nuestra cultura, identidad e historia.