Obra de Fred Sandback, artista de culto de uno de los movimientos artísticos más influyentes de la segunda mitad del siglo XX: el minimalismo. En el actual contexto del interés por la percepción, la virtualidad, el dibujo, los materiales blandos y vulgares del postminimalismo y el arte povera, la propuesta de Sandback fue auténticamente pionera.
El material con el que trabaja Sandback son los hilos acrílicos de color, con los que traza líneas rectas en el espacio, acotándolo, dibujando sobre él. En Granada conocíamos algunas obras similares, como las de Soledad Sevilla, que se inspiró para algunas de sus instalaciones en los rayos de luz filtrados por las celosías de la Alhambra; Fred Sandback tuvo oportunidad de ver esos haces de luz nazaríes cuando visitó Granada en 1982. También la escena artística granadina estaba familiarizada con ese tipo de fidelidad de un creador a un soporte expresivo. Once años antes de que a Sandback se le revelaran las posibilidades de la cuerda elástica y el hilo acrílico para sus propósitos experimentales, en 1956 a Manuel Rivera se le había revelado la tela metálica. En ambos casos, se trataba de materiales de fabricación industrial que servían para muy diversos usos, pero entre los cuales los productores no habían previsto el artístico. Eran, en definitiva, materiales de trabajo. Y parte del carisma que los cautivó en ellos (como a Tàpies la arena, a Beuys el fieltro o a Hesse el caucho, aunque estos exploraran con una gama mayor de materiales) residía en esa falta de solemnidad, en su simplicidad y funcionalidad, y en la dignidad que traían aparejada.