El tiempo es congelado, perdido en los instantes intrascendentes fugaz de la existencia. Es efímero, fugaz, alejado de la emoción que la memoria le adjudica, transcurriendo en los momentos finales apagados, ajenos a la importancia que el ser humano quiera darle.
José Cañas desarrolla una pintura de apariencia clásica, que tras ser contemplada nos comunica sus cualidades artísticas. No quiere deslumbrar a nadie, sino pintar aquello que le gusta, fundirse con su trabajo, como expresión poética de la tensión creativa que impulsa su mirada. Recrea aquellos estilos que le interesan, centrando su mirada en los grandes pintores granadinos del primer cuarto del siglo XX. A partir de esta idea desarrolla una producción de suma inteligencia, laboriosidad en su confección, cargada de símbolos y reflexiones sobre el devenir final de la existencia.
Francisco Bautista
Crítico de arte