Una exposición de homenaje en el XXX aniversario de la muerte de Andy Warhol que invita a analizar su herencia y la incuestionable influencia que tuvo en el arte contemporáneo y en tantos otros terrenos del mundo que dejó atrás.
Andy Warhol ha ido colonizando buena parte de la estética –y también de la ética– del cambio de siglo para reconducir los derroteros del arte hacia su terreno, a través de los artistas que ejercen de herederos directos de su pensamiento y de sus formas, así como los usos y costumbres en otros ámbitos de la creación como la música, el cine, la televisión y la publicidad.
Esta exposición no solo se nutre de algunas de sus obras –desde un ejemplar de su Index de 1967, ejemplo de perfecto libro de artista pop, hasta ediciones de sus Marilyns y de sus Flowers– sino que también muestra ejemplos de la influencia warholiana en muchos artistas de diversas generaciones y nacionalidades, bien sea como herederos de sus presupuestos formales o de su particular forma de entender el arte y el mundo.
Pero para ser una muestra genuinamente warholiana debe acoger también un muestrario de soportes, en el reino de las artes decorativas, sobre los que las imágenes de Warhol toman otra dimensión, puesto que su utilización como motivo decorativo de múltiples objetos y, por ello, su multiplicación y difusión en todos los órdenes y por todos los rincones del planeta no hace sino confirmar el poder de seducción que ejercen sus presupuestos estéticos y avalar su ambición de llegar con su filosofía allá donde la filosofía del arte y su práctica no habían llegado nunca antes: a las latas de sopa que él había convertido en iconos y a los mercados de baratijas que son la antesala de los hogares más humildes, aquellos que nunca podrían comprar una obra de Andy Warhol por los precios estratosféricos que se pagan por ellas, pero sí pueden disfrutar del universo warholiano porque tienen tazas, salvamanteles u otros objetos domésticos formando parte de su vida cotidiana.
En este orden de cosas, Warholiana acoge también objetos y reclamos de la cultura popular tan del gusto del artista, en los que tanto se prodigó: su revista mensual Interview, portadas de discos, cartelería y muchas de las ediciones realizadas por Warhol en vida y también las que vieron la luz después de su muerte, como la caja con la docena de Red Books que recorren su colección de polaroids a lo largo de los años.