CHEMA LUMBRERAS
AVANZAR HACIA UNA ESTRELLA, SOLO ESO.
En la expo de Chema Lumbreras, todo el S.XX parece caerse precipitadamente y se rompe con un finísimo crac que suena a estado-nación debilitándose, que suena a piedra que por fin proclama lo que la silencia. Y quien guía el horizonte del Delirio es Heidegger, que extiende en el pasado el estar presente, y Celan, que encontró la flor, esa palabra que le remontó el verano.
La cabaña donde se reunieron ambos escritores establece el metafórico diálogo de la expo: como si Heidegger fuese nuestro pequeño y terco tercer-reich y Celan el judío a través del que reflexionamos nuestro ser víctima; los dos sosteniéndose en el ancho espacio de la nada, esperando a la angustia que dormita en el instante para revelar al ser aconteciendo. La brillantez cabe en cualquier agujero: el de matar o el de crear. Chema nos cuenta que somos el ser descubriendo en su angustia la apoteosis de la nada, somos el pulso viviendo en el derroche del ahora y su trascendencia. Y, luego, la angular, incomprendida, vidente lágrima. Así, en ese diálogo de ambos escritores caben todas las discusiones del mundo, más allá del lugar donde alguna vez charlaron de amapolas, la realidad sumía su distancia en ambas capacidades. Si el carácter destructivo es joven y alegre, el poeta revela una vejez recién nacida: filosófico es el preguntar, y poético el hallazgo.
Y en ese espacio de lo sucedido, Chema pone la crueldad, la ternura y el humor, inventa los asuntos de la premuerte, los recrudece, los hace tiernos, evidentes o tensos, desgarradores o infantiles. Un trabajo medido en el todavía-no del futuro heideggeriano y el lenguaje como lindero de tinieblas de Celan. Qué eficiencia de pájaros andando, de miedo a rayas, de saltos a un vacío circunconcéntrico, de flores que se desbordan en la adormecida memoria. Nunca fue más irónico andar rodeando, nunca un camino concéntrico fue más directo.