Hablar de la fiesta del Corpus no sería posible sin hacerlo a la vez del barrio de la Villa, de sus paredes blancas de cal, que se dejan ver entre las macetas de geranios. Las sombras y luces forman mil dibujos en el laberinto de su trazado. Olores a gayomba y perfumes a albahaca. Plazas, rincones y cruces.Las vecinas que miman las flores, guardan y cuidan con esmero el barrio, que ese día recibe, engalanado más que nunca, a la Custodia. Atrás, mientras repican las campanas, la procesión rompe a su paso alfombras multicolores por diversas calles de Priego.