Tiene sus raíces en el sigo XV, momento en el que Juan II concedió a Martín Fernández Portocarrero una feria libre y perpetua, que durase desde la Asunción de la Virgen, privilegio que sería ratificado años más tarde por los Reyes Católicos. Esta feria coincide con el momento de regreso de los inmigrantes para reencontrarse con sus paisanos. Los vecinos de las localidades cercanas también aprovechan para acercarse y disfrutar de la fiesta en Palma del Río.