Desde 1917, los soldados licenciados (cuando se hacía el servicio militar obligatorio) o los que lo serían (ahora que no hay servicio militar obligatorio) se congregan en la ermita de Piedrasantas el Lunes de Pascua para, según la tradición, darle gracias a la Patrona porque todo haya ido bien. Y lo hacen portando en andas a la Virgen de Piedrasantas, las chichas delante, los mozos detrás y el capataz que dirige el paso es el joven de más edad. Los familiares de los quintos corren con los gastos del aperitivo ofrecido a las autoridades, mientras el resto de asistentes disfrutan de un día de convivencia en los alrededores de la Ermita. Sólo hubo un paréntesis sin fiesta, desde 1937 hasta 1940.
Todo comenzó cuando Isabel Clara Conde Díaz, Clarilla, enamorada de su novio Manuel Pastor Regalón, Manolete El Molinero, prometió a la Virgen de Piedrasantas que si este volvía de la Guerra de Marruecos le ofrecería una misa. Cuando Manuel regresó, la dueña de la casa donde trabajaba Isabel Clara, Francisca Gallardo, costeó la misa. Aunque esta no se celebró en la ermita, quizás por el estado de salud de Francisca, y sí en la capilla de la Soledad de la parroquia El Salvador. Pero, por la tarde, marcharon todos los soldados licenciados al santuario junto a Manuel. Uno de ellos, Mariano el de las Merinas, amenizó la velada tocando una corneta.
Fueron 25 soldados licenciados, mozos de Pedroche de la quinta del 13, los que por primera vez y de forma colectiva participaron de tan singular tradición.