Se le suele llamar popularmente "la Fiesta”. Es el acontecimiento más esperado de todo el año. En el transcurso de estas fiestas patronales tiene lugar la llamada "Embajada de Moros y Cristianos", que se recuperó en los años 90 tras un largo tiempo de idas y venidas en su organización. Primeramente se perdió durante décadas tras la Guerra Civil pero se recuperó y ahora intenta volver a su forma original, aunque con algunas adaptaciones que hagan posible su interpretación en la plaza de la Iglesia (antes se hacía en una explanada a las afueras). Es ante todo una fiesta de marcado carácter mariano, pues está dedicada a la figura de la Virgen María. Su finalidad es exaltar el papel de la Virgen dentro de la fe cristiana, con lo que no podemos decir que sea una simple fiesta de carácter cultural o histórico. Los duelos y batallas entre moros y cristianos que ocurren en esta fiesta alfarnateña son solamente el marco en el que se coloca sabiamente la trama para dejar claro cuál es el papel y el lugar teológico de la Virgen María dentro de la Sagrada Escritura y la fe católica. Todos los diálogos entre los caballeros que intervienen en el texto del siglo XVIII terminan siempre haciendo alusión a su fe, y especialmente el cristiano hace gala de poner la victoria final pedida a Dios en manos de la Virgen de Monsalud. Por tanto, esta fiesta de Moros y Cristianos siempre será una fiesta alfarnateña, pero sobre todo religiosa y marcadamente mariana.
La forma original y más antigua de esta fiesta es la que sigue: comienza con la Misa del día 12 de septiembre, en honor a la Virgen de Monsalud, y durante cuyo desarrollo, los caballeros cristianos y moros -que ocupan los primeros lugares frente al presbiterio, aunque en lados opuestos-, realizan los movimientos de la liturgia al contrario; esto es, cuando los cristianos correctamente se ponen en pie, los moros se sientan, y viceversa. Una vez ha terminado la celebración de la Eucaristía, se procede a la reverencia que el abanderado cristiano realiza ante la imagen de la Virgen y que se denomina “la cortesía”; se hace dentro de la Iglesia, con una pesada bandera (la bandera es el antiguo estandarte de la Virgen de Monsalud, propiedad de la parroquia), copia de otra quizá mucho más antigua (la actual es de 1891). Siguiendo la forma antigua de escenificar la Embajada, por la tarde ambos bandos (formados por pocos caballeros, a diferencia de la actual manera de representar más propia de los años 70, se enfrentaban siguiendo una trama simple y con bastantes dosis de improvisación por aquel entonces, que tenía como causa el robo que los moros hacen de la imagen de la Patrona, la Virgen de Monsalud, tras haber “echao la batalla” y de la reclamación que hacen los cristianos mandando su embajada para pedir su devolución, leyéndoles el texto de “las Relaciones”, que es el mismo desde el s.XVII. Después de varios diálogos por parte de cristianos y moros en uno y otro lado, los cristianos, tras un ataque recuperan la imagen de su patrona y la llevan a la plaza del pueblo donde es agasajada con flores llevadas por las niñas del pueblo, ataviadas a la usanza regional. Así se hacía la fiesta de la Embajada, en su forma original recuperada tras la Guerra Civil en los años 70 gracias a la labor del afamado abogado D. Victoriano Frías O'Valle, oriundo de Alfarnate. Tras casi 20 años de abandono de la fiesta, en los años 90 se volvió a recuperar en una forma más sencilla y con menos participación del pueblo. En el año 2007 se insertó una novedad en cuanto al lugar de la representación: se trasladó a la plaza de la Iglesia, donde el marco de la fachada principal de la parroquia de Santa Ana hace de escenario privilegiado para esta fiesta singular.
Peculiar es, además, la original vestimenta empleada y elaborada por cada uno, consistente en un traje parecido al de corto andaluz para los cristianos, mientras que el de los moros lo forma el morrión o especie de turbante decorado ricamente con varetas de almendro y flores del tiempo, una chaquetilla roja sin mangas sobre camisa blanca y un mantoncillo al hombro, faja roja y un curioso pantalón blanco bombacho blanco atado por los tobillos, terminado en ricos encajes, y cubierto con faldilla también blanca y corta.
La fiesta de Moros y Cristianos de Alfarnate es una de las pocas que se siguen celebrando y que cuenta con el apoyo de todo el pueblo, aunque a veces no tanta desde las administraciones locales, cosa que provocó su desaparición durante décadas.