San Isidro Labrador siempre fue un santo muy venerado en la Sierra de Aroche, por lo que a mediados del siglo XX se constituyó una hermandad que agrupaba a los pequeños agricultores y a todos aquellos que sintieran íntimamente los problemas que tenían creados por la carencia absoluta de tierras donde poder sembrar. Este movimiento estaba íntimamente ligado al viejo problema de la tierra en el inmenso término municipal de Aroche, donde la mayor parte estaba en manos de un puñado de terratenientes. Por tanto, la gran masa de población activa se contrata en las fincas como jornaleros.