Los jamilenenses festejan a su santo patrón, Nuestro Padre Jesús Nazareno, cuya devoción tiene sus orígenes en los finales del siglo XVII, tiempo en el que se sitúa el acaecimiento de un sorprendente suceso que dio lugar a la gran devoción que Jamilena le profesa a su patrón. Cuentan que vivía por entonces en el pueblo un modestísimo agricultor a jornal que tenía por nombre Juan Cárdenas, estando casado con Patrocinio Bonilla, mujer de salud quebrantada y que había expresado a su marido el deseo de tener un cuadro donde se reprodujera la imagen de Jesucristo con la cruz a cuestas, a la que poder encomendarse. Un día el jornalero Juan fue a Torredelcampo a vender una carga de leña, y en el camino, en un lugar conocido como Los Picones, se encontró con un joven al que no conocía y que pretendía vender un cuadro como el que anhelaba su esposa Patrocinio. Ambos llegaron a un acuerdo, y el desconocido le entregó el lienzo, comprometiéndose Juan Cárdenas a que en cuanto vendiera la leña acudiría al mismo sitio para pagárselo. Así lo hizo, pero al llegar al lugar convenido el joven ya no estaba, ni nunca se presentó a la cita. El labriego contó en el pueblo todo cuanto le había sucedido, acudiendo a su casa muchos de sus convecinos a orar, adquiriendo en poco tiempo aquel lienzo de Jesús Nazareno gran fama de ser muy milagroso, llegando a sudar sangre, lo que hizo que se le trasladara al templo parroquial. Desde entonces es costumbre que cuando la procesión llega frente a la casa que fue de Juan Cárdenas y Patrocinio Bonilla, el cortejo se pare y el cuadro sea girado hasta quedar enfrente de la ventana del que fuera su modesto y primitivo santuario labriego. El patronazgo del pueblo está compartido en fervor y devoción con Nuestra Señora de la Natividad, a cuyo nombre se encuentra encomendada la iglesia parroquial.