En la víspera de San Juan (24 de junio), se levantan los pirulitos en algún que otro rincón de este emblemático valle.Son reuniones de barrio en las que, en torno a un pino, se congrega el vecindario para jaranear a gusto en un ambiente cordial.El árbol se trae del campo, se corona con una cebolla y un espejo y se adorna con guirnaldas, antiguamente se revestía con flores y yerba de San Juan. Algunas vecinas entonan aún las viejas coplas.Conocida también como la noche de las brujas, las chiquillas echan en una palangana con agua, recogida en la fuente cuando dan las campanadas de medianoche, papeles cerrados con el nombre de los posibles pretendientes para determinar el que les gusta.
También es la noche de los ramajos que se colocaban en la puerta o ventana de las muchachas pretendidas con su significado particular según la especie: nogal, te quiero hablar; álamo, te amo; perero, te quiero; cerezo, te enderezo; jaguarzo, te abrazo; olivo, te olvido; parra, borracha; higuera, loca.