El Jubilate
XXXIX FESTIVAL DE MÚSICA ANTIGUA DE SEVILLA 2022
La música profana vocal del Renacimiento español se configura a lo largo del siglo XV como evolución de formas musicales populares mucho más antiguas. La forma dominante será la del villancico, cuya estructura básica (en estribillo y coplas) se convertirá desde entonces en una constante y una singularidad de la música española. Pese a esa alternancia esencial entre el estribillo y las coplas, los villancicos eran muy variados, ya que ni el número de versos ni las rimas ni las apariciones del estribillo estaban fijadas. De cualquier modo, en los estribillos suelen dominar versos hexasílabos y octosílabos y las coplas se articulaban normalmente en dos mudanzas y un verso de vuelta.
Al lado de los villancicos, canciones (de estructura menos precisa pero por norma con coplas y estribillos de igual extensión), romances (por sistema en estrofas de cuatro versos) y madrigales de clara influencia italiana son también cultivados, aunque en menor número. Menos comunes aún resultan las ensaladas, piezas verdaderamente singulares del Renacimiento español, de dimensiones mucho mayores que los otros géneros, y en las que se suceden diversas canciones de orígenes diferentes y estilos (e incluso idiomas) diversos, enlazadas de forma a veces brusca y que suelen terminar con una moraleja latina. En 1592, Juan Díaz Rengifo la definió así en su Arte poética española: “Ensalada es una composición de coplas redondillas, entre las cuales se mezclan las diferencias de metros no sólo españoles, pero de otras lenguas sin orden de unos a otros al libre albedrío del poeta; y según la variedad de las letras se va mudando la música”
Unos años después, en su famoso Tesoro de la lengua castellana o española publicado en 1611, Sebastián de Covarrubias decía al respecto: “Y porque en la ensalada echan muchas yerbas diferentes, carnes saladas, pescados, aceitunas, conservas, confituras, yemas de huevos, flor de borraja, grageas y de mucha diversidad de cosas se hace un plato, llamaron ensaladas un género de canciones que tienen diversos metros, y son como centones, recogidos de diversos autores. Estas componen los maestros de capilla, para celebrar las fiestas de la Natividad; y tenemos de los autores antiguos muchas y muy buenas, como el molino, la bomba, el fuego, la justa”.
Este programa se configura en torno al villancico y la ensalada. Su fuente principal es el Cancionero de Upsala, así conocido durante décadas porque fue hallado a principios del siglo XX en la biblioteca de la universidad de esa ciudad sueca. Se trata de un libro singular, pues no es, como la mayoría de los cancioneros con música española del Renacimiento (Colombina, Segovia, Palacio, Medinaceli, Elvas), un manuscrito, sino un libro editado. La recopilación se hizo en la corte de Fernando de Aragón, Duque de Calabria, en Valencia, por lo que recientemente ha empezado a ser conocido como Cancionero del Duque de Calabria, y fue publicado en 1556 en la imprenta de Girolamo Scotto en Venecia. Contiene 54 villancicos a 2, 3 y 4 y 5 voces y otras obras hasta un total de 70.
Bartolomé Cárceres trabajó en la corte del duque de Calabria, aunque se sabe muy poco de su vida. Su nombre aparece también en la principal fuente para conocer el género de la ensalada, una colección que publicó Mateo Flecha el Joven en Praga en 1581 y donde Cárceres figura con una obra, La trulla, de la cual, para este concierto se ha extraído Sus, sus, sus, a todas luces un villancico.
Algo más se sabe de Mateo Flecha el Viejo, que pasó por la catedral de Lérida y la corte del Duque del Infantado en Guadalajara antes de dirigir la capilla del Duque de Calabria. Sus ensaladas se conocen gracias a la recopilación publicada por su sobrino en Praga. De las once que se sabe que compuso sólo seis (El Jubilate, La Bomba, La Justa, La Negrina, La Guerra y El Fuego) han llegado completas.
También figuran en el Cancionero de Upsala Con qué la lavaré y Si la noche haze escura. La primera es una pieza que el músico pacense afincado en Sevilla Juan Vásquez publicó en la propia Sevilla en 1560 en su Recopilación de sonetos y villancicos a cuatro y a cinco voces. La obra se ajusta mejor al género de la canción que al del villancico. La segunda se ha atribuido al sevillano Francisco Guerrero.