ANDAJAZZ.
Filin Jazz Quartet.
Este proyecto anidaba en Ángela hace ya mucho tiempo, pero había sido postergado dando prioridad a sus últimas producciones. Tal vez esperaba a que una concatenación de circunstancias lo hiciera posible…
Hace poco más de un año, tras una colaboración con la Ool-Ya-Koo Big Band, Ángela conoce al pianista uruguayo José Luis Lopretti y pidiéndole a título personal ayuda para “descifrar un enigma”, descubre además de su maestría como instrumentista, a un músico creativo, con un conocimiento e intuición musical, que podía aportar mucho a su trabajo y lo incorpora a Cuentos Chinos de La Habana.
Este disco y quizá más su título, hacen renacer un deseo no perdido: Reinterpretar algunos de los boleros compuestos en una época dorada de la música cubana, conocida como el movimiento del Filin, con el que la que la Ángela compositora se siente cercana y reflejada musicalmente.
Este movimiento que nace en la Cuba de finales de los años 40, previa a la revolución y que se prolonga hasta los años 70 con los artistas en el exilio, enamora a esta artista y despierta en ella una visión creativa: El deseo de potenciar el lado Jazzístico de aquellos boleros que nacieron de la tradición de la canción cubana y la influencia del Jazz norteamericano y haciéndole cómplice de sus ideas, comparte esta visión con el pianista José Luis Lopretti y le encarga que respetando sus propuestas creativas y con plena libertad, escriba los arreglos originales para cada una de las joyas musicales que conforman el repertorio de Filin Jazz.
Con una personal selección de aquellos boleros que compusieron Cesar Portillo de la Luz, José Antonio Méndez, Ela O´Farrill,
Marta Valdez, Jorge Mazón, Piloto y Vera y otros tantos y que hicieron célebres las voces de Omara Portuondo, Freddy, Beny
Moré, Elena Burque, Olga Guillot, Vicentico Valdés, Moraima Secada, etc. Ángela en esta propuesta, convierte títulos como: Adiós Felicidad, Déjame sola, Palabras, Debí llorar, Delirio, Vete de mí, Noche Cubana, etc. En “casi” nuevas composiciones, que sin “perderse” son la materia prima de un concierto de Jazz inequívoco.