Mario Prisuelos rinde aquí homenaje a dos de los compositores celebrados este año en el Festival. Primero a Tomás Marco, compositor residente. Después, a Ligeti, que está de centenario. En su concierto está el Ligeti que aún no había salido de Hungría, el que desarrollaba ya su propia personalidad a partir del legado de Bartók (oficialmente postergado en el país), con una cumbre como su Musica Ricercata, pero también el Ligeti posterior, el de la febril y gozosa imaginación de los Estudios. Podría decirse que el acercamiento a Marco es un acto de homenaje de homenajes, ya que las tres obras están vinculadas de algún modo con algunos otros compositores: así la Soleá fue escrita para rendir culto a Turina en su centenario, la Sonata en forma de Cármenes, estrenada por Joaquín Achúcarro en Úbeda, bebe inconfundiblemente de Falla, y Ligetoven lo dice todo en su título, es un intento de vincular al genio alemán de principios del XIX con el del gran maestro húngaro al que se agasaja en este sorprendente y sugestivo recital.