XXI BIENAL DE FLAMENCO.
“Cuando canto me sabe la boca a sangre” dijo Tía Anica la Piriñaca. Porque el flamenco no nace de un pueblo que festeja, sino de un dolor reprimido que los afligidos en la desesperanza y la necesidad, busca la salida desde el fondo del pozo ascendiendo arañando hacia el brocal, a la luz, pa’ poder respirar siquiera el tiempo que dura un tercio. Que fueron la Toná, el Martinete, la Siguiriya, la Soleá principio; de donde viene y hacia donde van los ¡ay!. Pozo que no de agua fresca, que sí de dolor herido de tiempo que sangra; tiempo herido.
Es por ello que Pele, el herido, el menos amable, el amargo y menos dulce, -en este ahora y en este espacio- desee arrancar de lo profundo de donde aún habitan los suyos, convirtiendo su dolor en escalera, publicar, cantar su tiempo herido, su tiempo que sangra.
Arañando la Toná, los Martinetes las Siguiryas... por las cuerdas de las guitarras más sabias y los silencios más largos, más sabio y más noble que nunca, dejar sangrar la herida en su garganta; para poder sentir de nuevo, que “cuando canta le sabe la boca a sangre”.
Manuel Moreno Maya “El Pele” nace en Córdoba un día del mes de enero de 1954 en el seno de una familia gitana por los cuatro costados. A través de ella le llegan a El Pele los primeros impulsos flamencos, las primeras semillas jondas que habrían de germinar en ese corazón gitano y musical de El Pele, un personaje importantísimo para la historia del flamenco que en estos momentos se escribe para un nuevo milenio.