Muchos son los elementos de Álvaro Lafuente que remiten a sus raíces, comenzando por el diminutivo de su nombre artístico, que fluye desde el pueblo aragonés de sus abuelos. O esa inseparable guitarra acústica que también le bautizó. Por eso la sofisticación que afronta adquiere en su música una dimensión especial: fascinante y seductora
Guitarrica se renueva y suena melancólico pero feliz, convencido como está de que una cosa no está reñida con la otra. Mezcla un pandero de peñaparda con sintetizadores, pasa del bombo legüero a su propia y peculiar guitarra y agita a Labordeta con Bon Yver. Sus piezas suenan actuales, pero encajan con la tradición en un puzle con vocación de obra selecta