Un timbre luminoso. Un canto apasionado. Una voz homogénea, ardorosa y flexible. Una seductora presencia escénica. Las valoraciones de la crítica internacional son unánimes: el mexicano Javier Camarena es uno de los grandes tenores del momento, como certificaron bien los espectadores que en 2017 llenaron el Teatro de la Maestranza para gozar de su debut en el coliseo sevillano. Entonces, Javier Camarena, rey de la ópera belcantista especializado en Mozart, Rossini, Donizetti o Bellini, puso al público en pie cantando Sevilla de Agustín Lara, deslumbrándolo con su naturalidad y su sencillez. Sobre esa tarjeta de visita, uno de los tenores latinos del momento, habitual de las grandes casas internacionales de ópera, vuelve a Sevilla para refrendar, a los 46 años, su óptimo momento vocal, con un programa que girará entorno a la obra de Francesco Paolo Tosti, (1846 - 1916), un compositor -y tenor- italiano que triunfó en Gran Bretaña -fue maestro de canto de la reina Victoria I y de su sucesor, el rey Eduardo VII- que compuso más de 500 canciones para voz y piano con un éxito popular sencillamente arrollador. Grandes tenores como Caruso, Di Stefano, Pavarotti o Kraus las llevaron en su repertorio. Y Javier Camarena, enamorado de esas canciones, también lo hace.
El entusiasmo, la intensidad expresiva o una formidable capacidad para la comunicación con el público, caracterizan los recitales de un tenor lírico ligero que asegura no olvidar “que la ópera nació como un espectáculo para el pueblo”, al que, envueltas en sus prodigiosas agilidades, devuelve perlas de la canción napolitana y otras piezas populares, como La malagueña, de Miguel Aceves, compartiendo la dignidad del bel canto italiano o la exquisitez de la ópera francesa.
He aquí una estrella internacional de la lírica reconocido con multitud de premios y que ha sido aclamado por el público que lo ha convertido en el único cantante de la historia que ha bisado en tres producciones diferentes del MET de Nueva York. Y, sin embargo, Javier Camarena -aficionado al cine, la cocina y los videojuegos- no ha perdido un ápice del origen y el carisma popular que inflama su garganta para arrastrarnos en una experiencia de una emoción inolvidable.