Ópera de Bizet.
Producción del Teatro Calderón de Valladolid.
En TRAGÉDIE DE CARMEN de Peter Brook hay varios aspectos que nos llaman poderosamente la atención en palabras de Pepa Gamboa y Carlos Aragón: Las dos directrices esenciales de esta versión son claras: De una parte la adaptación y reinterpretación de la partitura, que conservando las excelencias de la interpretación vocal, ahonda decisivamente en la interpretación dramática. De una paleta orquestal brillante y plena que sobradamente conocemos en la versión de Bizet, pasamos a una agrupación y al mismo tiempo más sutil, en la que cada instrumentista desempeña un concepto global de la obra en que texto, música y voz tiene el mismo protagonismo. De otra parte la supresión de todo personaje que no intervenga directamente en el drama. Desde una esencialidad honesta y valiente, Brook despoja la pieza de la fabulación "romántica" que sobre el mito y sobre España entusiasmaron a la intelectualidad francesa del siglo XIX, para devolver a ambos a su lugar. Un lugar que pasa de lo exótico a lo terrible, caminando por una sociedad y unos personajes construidos de tal manera, que bien se arrepienten de su vida o bien se arrepienten de su muerte. Y Carmen no se arrepiente de nada.