ORQUESTA FILARMÓNICA DE MÁLAGA, OFM. Temporada 2019/20 dedicada a conmemorar el 250 aniversario del nacimiento de Ludwig van Beethoven, maestro universal, cuya música nos recuerda siempre la grandeza del ser humano y de todo lo que es capaz de crear.

Última temporada del maestro Manuel Hernández Silva al frente de la Orquesta Filarmónica de Málaga con Beethoven como línea argumental para su despedida.

Director Manuel Hernández Silva.

I: L. VAN BEETHOVEN Obertura del ballet "Las Criaturas de Prometeo" en Do mayor, Op. 43 (5') Sinfonía Nº 1 en Do mayor, Op. 21 (26')

II: L. VAN BEETHOVEN Concierto para piano y orquesta Nº 3 en Do menor, Op. 37 (38') Piano Josu de Solaun

Las criaturas de Prometeo es la música para un ballet heroico y alegórico en dos actos que Beethoven compuso entre 1800 y 1801 sobre un argumento que le propuso el bailarín y coreógrafo italiano Slavatore Viganò. A su introducción (Tempestad) y dieciséis números, añadió una obertura que es la pieza que se ha mantenido en el repertorio sinfónico de las salas de conciertos. Sigue la estructura de lento-rápido de otras oberturas como Egmont o Coriolano, con un tema principal que apunta cierta analogía con el de la Primera Sinfonía. Se inicia con unos solemnes acordes que son seguidos por una melodía a cargo de la madera. Unas vivas figuraciones de los violines inician el allegro posterior que sigue el canon de la forma sonata, para subsiguientemente aparecer un segundo tema imitativo en el viento-madera. Pese a su convencionalismo clásico, reafirma la enorme personalidad creativa del compositor. A partir del inicio del siglo XIX, la sinfonía se convierte en la forma musical más destacada de la composición para orquesta. Esta inquietud estética se manifiesta ya en la Primera Sinfonía, Op. 21 de Beethoven, que a sus treinta años ya había dado nuevos enfoques a la forma sonata en el piano y en su música de cámara.

Perfilado ya durante el último año del siglo XVII, el Tercer concierto para piano y orquesta, Op. 37 de Beethoven fue terminado en 1802. Dedicado al Príncipe Luis Fernando de Prusia, es admirable por su inspiración, su perfección técnica y formal, su equilibrio armónico e instrumental así como por el variado carácter romántico de su contenido. Su Allegro inicial sigue los cánones de la forma sonata (exposición del primer tema, reexposición, desarrollo, recapitulación, cadencia y coda), dejando la sensación más de un extenso movimiento sinfónico que de una obra concertante con tensiones opuestas entre solista y orquesta, donde, fluctuando, se contraponen inspiración y tonalidad. El segundo tiempo, Largo, tiene cierta analogía con el Larghetto de la Segunda Sinfonía por su elocuencia melódica y preciosista ornamentación. La coda final reemplaza a una recapitulación formal finalizando con serena quietud. El último es un brillante rondó seguido de un rutilante epílogo de acelerado tempo que combina los dos temas principales con gran luminosidad.