40 FESTIVAL DE MÚSICA ANTIGUA DE SEVILLA (FeMÀS)
Beata Viscera
De cómo el jazz se encuentra con el Renacimiento
Las reglas de lo que hoy se llama música tonal se establecieron a principios del siglo XVII, con el comienzo del Barroco. Estas reglas se han usado para componer la práctica totalidad de la música mal llamada culta hasta principios del siglo XX. Sin embargo, la música medieval y renacentista escapa a todas esas estrictas reglas que el Barroco consolidó. En este sentido, es música plagada de pasajes y hallazgos melódicos y armónicos de una audacia y un atrevimiento increíbles, teniendo en cuenta cuándo fue compuesta. Además, la ausencia de cadencias y centros tonales, tan familiares a nuestros oídos actuales, aportan una dimensión onírica a esta música.
Algunos de estos hallazgos musicales y expresivos entroncan directamente con lo que más tarde, en el siglo XX, se llamó armonía moderna o modal, por lo que, haciendo un ejercicio de recontextualización de esta música, resulta de una vigencia espectacular, y pasa a ser terreno fértil para explorar nuevas sonoridades con nuestros oídos de ahora.
El Medievo y el Renacimiento están plagados de obras y compositores de una belleza singular, casi extraña, como de otro mundo: desde las monodias y los primeros organa a dos voces de Léonin y Pérotin (siglos XII y XIII) al salto a la polifonía real del Ars Nova con Philippe de Vitry (principios del XIV); desde Victoria, Cabezón, Juan del Enzina o Diego Ortiz en España hasta Josquin Desprez, Palestrina, Lasso o Gesualdo en Europa.
En definitiva, se trata de construir un puente estilístico-temporal entre estas dos eras tan distantes y crear una música en donde las diferentes fuentes coexisten de un modo natural, donde los elementos propios de cada una se entrelazan en una misma sinergia musical.
Sobre el repertorio
Con todo este material, el objetivo es hacer una selección de piezas que abarquen la era pretonal de la música, entre los siglos XII y finales del XVI, y arreglarla y adaptarla para ser interpretada con un quinteto vocal y un trío de piano, bajo y percusión. No se trata de convertir estas obras en piezas de jazz, sino más bien de encontrar el espacio común, que lo hay, entre la música de hace 500 años y la que nosotros estamos haciendo cuando improvisamos.
En este sentido, algunas de las piezas son realmente inspiradoras para improvisar y jugar con ellas sin grandes cambios con respecto al original, como Amor con fortuna de Juan del Enzina. Otras sufrirían adaptaciones más atrevidas, con cambios de textura y reestructuraciones para crear algo nuevo, sin perder nunca de vista la fuente original, como Ye Sacred Muses de Byrd u O Magnum Mysterium de Tomás Luis de Victoria.
Una mención aparte merece la obra El fuego de Mateo Flecha el Viejo. Esta obra pertenece al género de las ensaladas, una suerte de suites profanas donde se alternan partes cantadas e instrumentales, con rupturas de ritmo, textura, con grandes contrastes emocionales y con ciertos toques de humor, pues son obras dirigidas al esparcimiento y el entretenimiento, y siempre con cierto contenido moralizante. La idea con la adaptación de esta obra es hacer una ensalada del siglo XXI, y aprovechar el material original de Flecha para añadir texturas, ritmos y armonías nuevos sin perder de vista el propósito original de la obra.
Otra pieza fundamental de nuestro repertorio pertenece al Sexto Libro de Madrigales, obra tardía de Carlo Gesualdo, figura absolutamente fascinante tanto por obra como por vida y paradigma de la frontera entre la locura y la genialidad. En Moro, lasso, al mio duolo podemos encontrar numerosos pasajes de una audacia armónica absolutamente avanzada a su tiempo, con disonancias y relaciones de acordes fuera de toda norma establecida por aquel entonces. Así pues, supone una fuente realmente inspiradora de material para jugar con esta música alucinada.
¿Y por qué Beata Viscera?
El nombre del proyecto, homónimo a la pieza de Pérotin que abre el concierto, hace referencia a lo divino y lo humano, a lo celestial y lo visceral, a lo sagrado y lo carnal: en esa dicotomía en la que se mueve el ser humano en su intento de trascender su propia naturaleza y alcanzar cotas espirituales más altas, empleando para ello las manos, la sangre y las lágrimas como herramientas de trabajo.
Es así que la música vocal renacentista, siendo esta una obra de arte, tiene mucho de artesanía. Y gracias al laborioso trabajo de composición casi amanuense, calculando cada línea vocal, cada contrapunto, cada cadencia… se han alcanzado las más altas cotas de espiritualidad. Cuando escuchamos un motete de Victoria estamos siendo testigos de un milagro en forma humana, pues tales son la belleza y la humanidad que impregnan esta música que es al tiempo divina y carnal: Beata Viscera.