ANTONIO HERNANDO
"Las liturgias se convierten a veces en autobiografías. La música se ha revestido desde mediados del siglo XX con prácticas y ceremonias que son hoy estilos de vida. Los mitos y ritos afianzan los ideales e inyectan fuerza a quienes se entregan por completo al sonido como forma de existencia. Antonio Hernando es uno de esos artistas consagrados y se aferra a esta liturgia eléctrica para mantenerse en la mesa de billar, como decía Danko en “The Last Waltz”, un rito funerario que marcó época en el rock.
Las liturgias pueden encarnarse en personajes míticos sobre los que se proyectan los principios musicales del devoto: Dylan (siempre Dylan), Neil Young, Dr. John, Tom Waits, The Rolling Stones… Pero también adoptan la forma de amores, musas y amigos. O de canciones o cortes de pelo o ropajes o costumbres, como despertar cada mañana con un vinilo purificador antes de salir a la jungla de asfalto. Así se construyen identidades que amplían el círculo de complicidades en entornos hostiles y se alumbran discos tan hermosos como el que ahora está en tus manos.
Sin embargo, algunas formas litúrgicas, imágenes, celebraciones o repeticiones pueden pervertir la pureza de las mejores motivaciones. Y esos señuelos hay que combatirlos con armas infalibles: las buenas canciones. Aquí se aprende a discernir la salvación del engaño gracias a once composiciones que recrean los mejores rituales y conforman una personalidad musical tan propia como liberadora.
Conviene añadir que, desde sus orígenes, “liturgia” ha sido un concepto vinculado al servicio público, a los empeños colectivos para reafirmar las conductas humanas. Precisamente en este álbum se alcanza una longitud de onda grupal (característica que se percibe en obras precedentes del autor) y uno de los responsables se llama Miguel Herrero, quien ha movido el dial hasta sintonizar al grupo de conjurados en la frecuencia sonora exacta.
Este productor encaja más con la idea de Vishnu (venerado en el hinduismo, con sus cuatro brazos en danza), que con la tradicional imagen de hombre orquesta. De sus manos proceden baterías, bajos, pianos, vientos, pero por encima de todo aflora la trompeta, su instrumento fetiche. Pedro Álvarez se ocupa junto a Miguel Herrero de las mezclas y la masterización analógica, una de las vocaciones del vinilo. No es cuestión baladí. Cada instante de cada pieza reivindica el rock en su época de mayor esplendor, como la verdad absoluta. Para ello, todos los aparatos de grabación, materiales e instrumentos elegidos son añejos y con edades superiores a las de instrumentistas o voces: la edad media de las tecnologías es más vieja que la de los protagonistas del álbum. Ese respeto vintage pretende un máximo acercamiento a esa época dorada. Y lo consigue.
También apunta en esa dirección la imagen de portada concebida por Javier Jimeno Maté, colaborador habitual en los trabajos audiovisuales de Antonio. Esa instantánea que emerge de las catacumbas rinde homenaje a Dylan, a Young, a Pessoa, a Lennon, a John Fante y, en definitiva, al santoral que lleva consigo toda liturgia, velas incluidas.
Otro pilar de la obra es Daniel Herrero, quien saca todo su jugo al saxo entre vendavales sonoros. Y, last but not least, las Tipitinas, el robusto y dúctil juego coral que han edificado Meri Moon, Laura Chicón y Aurora García, cuyas voces operan como vértebras que inyectan equilibrio armónico a las canciones aquí recogidas.
La gestación de Liturgia Eléctrica es previa a la pandemia. Sin embargo, los textos han mudado de significado tras el azote enfermizo que ha trastocado la percepción de casi todo. Varias letras alcanzan lecturas insospechadas en su origen, pero los dardos dirigidos contra la docilidad de las gentes de la cultura y el arte siguen siendo idénticos y apuntan hacia la misma diana que perseguían en su génesis. El álbum demuestra devoción por los clásicos de los años setenta en fondo y forma, con un sonido espléndido que arropa letras llenas de contenido. Son palabras que cristalizan a menudo como ideas y demuestran el dominio léxico de Antonio Hernando sobre disciplinas variadas, con una amplia visión periférica que trasciende las fronteras musicales y se asoma descaradamente a la literatura o al cine.
Esta Liturgia Eléctrica es la tabla de salvación que su autor ha construido tras una vida en la carretera. La paleta sonora e ideológica de Antonio Hernando es muy amplia y ahora nos ofrece la explicación de un proceso de búsqueda personal que desemboca para siempre en la vida musical.
Amén."
- Miguel López-