40 FESTIVAL DE MÚSICA ANTIGUA DE SEVILLA (FeMÀS)
Hernández Illana: Oratorio de San Miguel
El oratorio a San Miguel, cuyo título según el libreto es La soberbia abatida por la humildad de San Miguel, fue reducido a concento músico en 1727 por Francisco Hernández y Llana (c.1700-1780), que desde 1723 ejercía de maestro de capilla en la Catedral de Astorga.
Se trata de la obra más temprana que conocemos de este interesante compositor, del que conservamos unas 400 obras elaboradas principalmente a partir de 1740, durante su etapa como maestro de capilla de la Catedral de Burgos. Es posible que originalmente la obra fuese una comisión de la cofradía de San Felipe Neri de la ciudad de Astorga y que tuviese relación con la Capilla de San Miguel de la Catedral, o quizá con la Iglesia de San Miguel (actualmente desaparecida). Cuando en 1728 Illana se movió a Valencia para trabajar como maestro de capilla del Colegio del Corpus Christi, la obra se interpretó en el Oratorio de San Felipe Neri de la ciudad, tal como queda testimoniado por algunos libretos que conservamos.
De Valencia la obra pasó a los oratorianos de la ciudad de Palma de Mallorca, al igual que sucedió con otros oratorios interpretados en la ciudad del Turia. Tenemos testimonios de que en esta última ciudad la obra se siguió interpretando al menos hasta 1741. Precisamente en el archivo de los oratorianos de Palma es donde se ha conservado actualmente este oratorio de Hernández Illana.
El oratorio, como todos los conservados en la Congregación de San Felipe Neri de Palma de Mallorca, dura alrededor de una hora y está dividido en dos partes, precedida cada una de ellas por una Sinfonía para oboe, dos violines y bajo continuo. Son cuatro los personajes que intervienen en el oratorio: el rebelde Luzbel (voz de tenor), el defensor del orden San Miguel (voz de contralto), un Ángel (tiple 1º) y un Demonio (tiple 2º).
La música es una original y especialmente conseguida yuxtaposición de dos tradiciones diversas: la española de finales del siglo XVII, que es visible en los coros a cuatro escritos en proporción menor, y la italiana de comienzos del siglo XVIII, que se aprecia en las brillantes arias da capo que jalonan la partitura.