Marisol Bizcocho es magia. Cautiva y embruja a todo aquel que la escucha, desde abuelos hasta niños, de ahí la diversidad de su público. Es rebelde y salvaje. Su cante hiere, porque cuando canta es su corazón el que manda, pegándonos ese pellizco por dentro que sólo pegan los grandes. Además, es valiente, requisito indispensable para subirse a un escenario, por eso se deja la piel en cada concierto.