Habiéndose criado en un caldo familiar de sonantas -su padre, tocaba; su abuelo, tocaba y su tío fue el gran Niño Miguel, una leyenda de la guitarra flamenca- a José Fernández Torres (Almería, 1958), “Tomatito”, seguramente no le quedó más remedio que continuar expandiendo una saga familiar que desde el barrio de Pescadería transcendía las fronteras de Almería. Para cuando, por generación, le tocó hacerlo, una figura sideral ya había trastocado el orden de la guitarra y del flamenco entero aportándole una innovación que ya no tendría marcha atrás. A la estela del toque nuevo de esa figura se sumó Tomatito.
Es bien conocida la admiración y la influencia que Paco de Lucía ejerció sobre el guitarrista almeriense. No en balde, Tomatito fue durante 18 años el acompañante cómplice de Camarón de la Isla, con el que Paco había formado una pareja mítica. Luego, fluyendo con el mismo espíritu de revolución, a esa plaza de fraternal matrimonio artístico llegó Tomatito. La alianza de los tres quedó sellada en 1989. Pero diez años antes, Tomatito ya había hecho historia de la música española como uno de los dos guitarristas flamencos -el otro era Raimundo Amador- de un disco que partió en dos al flamenco: La leyenda del tiempo. Desde entonces, José Fernández Torres ha madurado, ha hecho suyas todas las influencias hasta cicatrizarlas como una identidad propia, ha buceado dentro de sí mismo, ha germinado su propio y brillante toque y se ha convertido en un músico global capaz de compartir escenario con Frank Sinatra, Elton John, Julio Iglesias o su “compadre” del piano, Michel Camilo, con el que se ha adentrado en maravillosas aventuras de latinidad flamenca.
Con seis Grammy y firmando bandas sonoras, Tomatito dejó de ser, hace mucho tiempo, el “acompañante” de Camarón de la Isla y hoy es un músico de amplio espectro que le ha hincado el diente al Concierto de Aranjuez.
Y que ahora nos llega, completamente libre y comprometido con seguir avanzando en la música, con la autenticidad de un tipo que, cuando no está de gira, cultiva frutales y cría ovejas y gansos en un cortijo de Almería. Como siempre, discreto y honesto. Haciendo, a su modo de artista tranquilo, la revolución silenciosa de una guitarra -la guitarra de Tomatito- pletórica de mundos y acentos diversos, de complejidades y transparencias, de reflexiones y de súbitos borbotones de pellizco. Pasión, fulgor y calma, Tomatito.