XXIX TEMPORADA DE ABONO.
Semana Santa.
Director: Manuel Hernández Silva.
Miguel Borrego Martín (violín) interpreta obras de Miguel Franco.
Berna Perles (soprano), Carol García (mezzosoprano), Juan Antonio Sanabria (tenor), José Antonio López (barítono) y Coro de Ópera de Málaga, dirigido por Salvador Vázquez, interpretan obras de Mozart.
La Sinfonía concertante para violín y orquesta, Op. 87 del compositor y contrabajista murciano Miguel Franco fue un encargo de la fundación de una representativa entidad financiera de la Región de Murcia el año 2007 con motivo de la celebración del tricentenario del nacimiento del insigne imaginero Francisco Salzillo. Se trata de una composición programática en el más estricto sentido de la palabra sobre cinco pasos procesionales de Viernes Santo de dicho escultor, que sustancian los tres movimientos de la obra, que el compositor explica así: «Aunque la música es un lenguaje inefable que, según algunos, sólo se expresa a sí misma, confieso que siempre me he apoyado, de una forma u otra, en una experiencia emocional, o material, o en ambas, y nunca en la mera especulación del sonido. Esta Sinfonía concertantees descriptiva en algunas partes y narrativa en otras; pero, sobre todo, es mi visión emocionada de algunos de los pasos más significativos de la Semana Santa de Murcia. Los tres movimientos se relacionan a modo de tríptico, donde el panel central es, a su vez, uno y tres. La resonancia con la Pasión de Cristo es más que evidente, aunque mi aportación sea más estética que piadosa, más sobre la Belleza que sobre la Fe». Su estreno tuvo lugar en el Auditorio y Palacio de Congresos «Víctor Villegas» de Murcia el 23 de octubre de 2007.
En el Requiem de Wolfgang Amadeus Mozart encontramos una de las obras paradigmáticas de la historia de la música, significando el más alto exponente de la creatividad del compositor en el campo del repertorio sacro. En cada uno de sus pasajes, expresa sentimientos de amor, emoción, dulzura y piedad en sumo grado, lejos de cualquier forma teatral o efecto gratuito. Parecen materializarse en sus sones las convicciones cristianas del autor, prefigurándose la intimidadora visión del más allá, la imponente majestad de Dios y la muerte entendida como «la verdadera y mejor amiga del hombre», como el mismo Mozart la sentía y, finalmente, su certeza de la paz eterna.
Desde el concepto formal que quiso dar a esta obra, su verdadero testamento musical, el hijo más admirado de Salzburgo superó la tradición que le vino dada por figuras como Francesco Cavalli en Italia o Michael Haydn en Austria, y las grandes obras de carácter religioso de Johann Sebastian Bach y Georg Friedrich Händel, situándola como la primera composición litúrgica concebida con espíritu moderno, y constituirse así en fuente de la música del siglo XIX. Como acertadamente valora Bernhard Paumgartner en el valioso trabajo que dedicó al gran compositor, «de manera paulatina, Mozart había reconducido su propio arte, nacido de la ingenua galantería de los preclásicos, a la potencia y profundidad de sentimiento del clasicismo, alcanzando un perfecto equilibrio entre solidez de pensamiento y acabado estructural en un sentido absolutamente personal y moderno». Pese a que Mozart respetó en su Requiem todas las exigencias litúrgicas, esta obra trasciende toda limitación ritual para erigirse en un personalísimo acto de fe del músico en el umbral de la eternidad. Inconcluso, fue terminado por su amigo y discípulo Franz Xaver Süssmayr en 1792.
PROGRAMA
MIGUEL FRANCO
Sinfonía concertante para violín y orquesta, Op. 87
Violín:
Miguel Borrego Martín
WOLFGANG AMADEUS MOZART
Requiem en Re menor, K. 626