El álbum debut de Rocío Saiz es un recorrido emocional por las historias de todas. Rupturas que duelen, desencuentros e inseguridades, muchas inseguridades. Nadie nos enseña a sentir. Porque en realidad solo necesitamos que alguien ponga música a todo eso que queremos decir y transformar ese viaje por el mundo de las sensaciones en algo más bonito que un muestrario de egoísmo de manual. Queremos saber cómo nos mira el mundo, cómo nos excluye o nos abraza sin entender exactamente cuáles son nuestros deseos más profundos.

Bajo la producción de Pau Paredes (Ginebras), Rocío Saiz, – actriz, cantante y presentadora de TV- da forma a una pieza atemporal y fresca que tiene todo lo que el pop necesita. Amor Amargo es su puesta en largo, siete canciones redondas que pretenden llenar un vacío existencial. Ya conocimos qué pasa cuando disfrazamos la ausencia de rutina en Autocensura, el hit que abrió esta nueva etapa de la ex-Chillers/Monterrosa. También lloramos bailando con Si mañana me muero, te habré dicho que te quiero, una clara declaración de intenciones. Pero el melón estaba a punto de abrirse porque nos faltaba conocer La Juventud, compuesta para la BSO de la película La Amiga de mi amiga, o Nietas del Ruido junto a Ariadna Paniagua de Los Punsetes, donde desafían al destino cantándole a la libertad de expresión, a derribar el muro que no nos deja ver más allá. El descanso del guerrero baja las revoluciones para explicarnos lo duro que es tener que encajar y cuán importante es saber pedir ayuda. Ya llegando al final, Amor Amargo regala un Prodigioso Desastre junto a Victor Algora, quizás la canción más luminosa del álbum. Pero la pieza que Rocío ha decidido convertir en imágenes es Cortisol en Sangre, un auténtico hit de pista de baile. Ahora que abren las salas y que podemos bailar, sus canciones vivirán en el hábitat para el que han sido creadas, un lugar donde nos volvamos a encontrar sin tapujos ni condiciones.