El “soul del norte” es un estilo sobrevenido, uno de esos subgéneros definidos y cartografiados laboriosamente por coleccionistas curiosos y espabilados comerciantes de discos.
Partía de un extraño fenómeno: herederos del estilo de vida mod, chavales del norte de Inglaterra que se desplazaban los fines de semana hasta discotecas –a veces, enormes- que pinchaban la música soul más bailable y más desconocida. Generalmente, se trataba de temas rápidos, hechos a la sombra de las fórmulas de Motown, en la América más industrializada.