LA VIDA EN CANCIONES
Lago de la Ermita – Paraje de los Tres Juanes
Proyecto que da nombre a una extensa gira conmemorativa en la que Víctor repasará las canciones más significativas de su repertorio y cuyas primeras fechas ya se empiezan a conocer. Pero además recupera un disco perdido grabado a mediados de los 70 en la extinta RDA y se reeditarán digitalmente y en vinilo álbumes clave de su catálogo. Otra de sus iniciativas es la publicación este otoño de una completa antología retrospectiva que incluirá nuevas colaboraciones y muchas sorpresas. Y por último, ya se han agotado 2 fechas en Gijón y está a la venta una tercera, de unos conciertos especiales con la orquesta sinfónica del Principado de Asturias y el coro de la Fundación Princesa de Asturias, que Víctor Manuel repetirá el 21 de diciembre en el Wizink Center de Madrid.
El propio Víctor nos comparte unas reflexiones sobre cómo se siente actualmente y comenta en primera persona sobre La vida en canciones.
“Hago un alto en el camino pero sigo... Me han recordado que cumplo 75, no crean que no me había dado cuenta, pero, gracias por recordármelo y traer a mi memoria aquel adolescente que escuchaba Discomanía en la radio y perseguía los primeros programas musicales en la primera televisión española, para ponerle cara y ojos a lo que había escuchado y ya me gustaba.
La vida en canciones (El escenario lo cura todo) pretende abarcar, resumir, largos años de canciones y carretera. De “Soy un corazón tendido al sol” a “La sirena”, “Planta 14”, “El abuelo Vitor”, “Paxarinos”, del “Solo pienso en ti” a “La madre”, “Luna”, “Ay amor”, “Canción pequeña”, del “Cuélebre” a “Nada sabe tan dulce como su boca, “Cruzar los brazos”, “Allá arriba al Norte”, “Digo España”, de “Danza de San Juan” a “No seré nunca juguete roto”, “Quien puso más”, “Bailarina” o “Déjame en paz”, de “El hijo del ferroviario” a “Como voy a olvidarme”, “Adonde irán los besos,” “Nada nuevo bajo el sol” o “Tu boca una nube blanca”…
El escenario lo cura todo, subtítulo del concierto, es un verso de “No seré nunca juguete roto” canción que Ana y yo cantamos en Para la ternura siempre hay tiempo (1986). Efectivamente, el escenario cura todo menos lo incurable. Dicho esto y habiendo llegado hasta aquí, uno agradecería que suavemente, antes de que hagan más ruido las bisagras, el amado público fuera advirtiéndonos de cuando debemos irnos a casa, aunque siempre ejerza de juez implacable, cuando pones una entrada a la venta y no la compran… Esa debería ser para cualquiera la señal definitiva. Aunque sea muy triste la verdad, lo que no tiene es remedio… ¿Dónde habré escuchado yo esto…? ”