Tomasa lleva más de 40 años regentando un puesto en el mercado de abastos de su ciudad; vendiendo frutas, verduras, carne y pescado.
El mercado es su casa, y el resto de tenderos su familia; su Francisco murió hace ya mucho tiempo, apenas queda de él una foto colgada y el recuerdo del día que se conocieron en la pradera de San Isidro.
Le encanta la radio, siempre tiene sintonizada alguna emisora de copla o chotis, sus músicas favoritas.
También le acompaña una moza, María, que le ayuda a cargar las cajas y a recordarle todo aquello que a Tomasa se le olvida, porque es muy despistada y siempre tiene la cabeza en las nubes.