En un país donde los héroes luchan por sus princesas, existía un príncipe llamado Adam. Era un príncipe presumido y vanidoso que vivía entre los lujos de su castillo. Un día de tormenta, una hechicera lo convirtió en una horrible bestia, como castigo por ser tan arrogante, y le dio un espejo como única ventana al mundo exterior. También le dejó una rosa, y le advirtió de que antes de que cayera el último pétalo, debía encontrar el amor de una princesa o quedaría condenado a tener ese monstruoso aspecto para la toda la eternidad.