Cuando Enrique piensa en las hadas, los seres imaginarios y en la Navidad se le arruga la nariz. Su hermana, Cristina, ve con tristeza como él se aleja de la magia de la infancia pensando que ya es mayor y que todo aquello que antes les unía es ahora una tontería. Necesitará ayuda, mucha ayuda, para demostrarle que esa llama que se ilumina dentro de cada uno cuando llegan las fechas navideñas debe mantenerse viva pasen tantos años como quieran pasar.
En su desesperación, Cristina hace un llamamiento a todos esos personajes de cuentos y de fantasía que les han acompañado durante su niñez para que, en un último intento, y durante la mismísima noche de Reyes, hagan todo lo posible para que Enrique se dé cuenta de que el paso del tiempo no es razón para dejar de creer en la magia de la Navidad y en el poder de su propia imaginación.
Será de la mano de Brenda, la Bibliotecaria de los Sueños, que ambas, la magia de la Navidad y el poder de la imaginación, se aliarán para crear una serie de extraordinarias situaciones que llevarán a Enrique a replantearse sus recientes ideas.