Marcelino se ha convertido en un experto coleccionista de recuerdos. Son sus tesoros más preciados, que guarda, ordena, clasifica, cuida y protege y vive exclusivamente para ello.
Rememora una y otra vez cada uno de aquellos buenos momentos, aquellos instantes de alegría, de risa y felicidad. Eso le ha convertido en un personaje singular, extravagante, tierno y huraño a la vez. Su tozuda obsesión hace reír y su fragilidad emociona.