Jan Fabre/Troubleyn.
Auténtico tratado escénico que desde los 80 viene escribiendo ese talento que lleva por nombre Jan Fabre, porque, si dudamos que en los próximos años surja una propuesta que supere la belleza desproporcionada de Mount Olympus, no podemos olvidar tampoco que los últimos 20 años del siglo XX quedaron marcados por otras dos puestas en escena de este creador excepcional: Esto es teatro como era de esperar y prever y El poder de las locuras del teatro. Entre ambos momentos infinidad de obras plásticas, teatrales, dancísticas, óperas, escritos, etc., nada se le resiste a un creador cuya carrera está jalonada de infinidad de propuestas inolvidables. Artista total, encarnación wagneriana del Gesamtkunswerk, en donde todas las artes se sintetizan de forma universal, Jan Fabre pone en marcha un teatro cruel. Extremado. Descabellado. Colosal. Por lo demás, algunas de las Belgium Rules dicen que Es obligatorio ser normales, que ya es bastante locura. Está prohibido llamar pipa a una verdadera pipa; o es obligatorio quitarse el sombrero frente a las bolas de acero de Bruselas.
En Belgian Rules son muchas las denuncias al estado que tiene Bruselas como capital. Muchos los homenajes a grandes artistas, de Rubens a Magritte; muchos los sarcasmos a los doscientos tipos de cerveza que corren llenos de espuma en un estado definido como la sala de control y la alcantarilla de Europa. La verdad es que, como europeos, todos nos sentimos dentro del gran carnaval que se ha llevado a la escena. El texto de Johan De Boose, en colaboración con la dramaturgia de Miet Martens y Edith Cassiers, es un foco agotador sobre toda la sociedad occidental contemporánea, pero también un incómodo pie de foto de los productos industriales de un país en el que somos enemigos civilizados los unos de los otros, además de una mirada amarga a la exportación de armas a espaldas de nuestras constituciones que se declaran contrarias a la guerra.
Tres horas y cincuenta y cinco minutos de espectáculo interpretado por un elenco excepcional. El sueño de asistir a algo tan bellísimo que hasta puede indigestar. Incorrecto. Es de mala educación no renunciar a nada. Exigencia creativa que se transforma en egoísmo creativo. Todo esto si Él hubiera sido “sencillamente” un director teatral. Pero estamos hablando del Maestro Jan Fabre.
Concepto y dirección: Jan Fabre Texto: Johan de Boose Música: Raymond Van Het Groenewoud y Andrew Van Ostade. Espectáculo para 15 intérpretes. Con la colaboración del Gobierno de Flandes.