CARLOTA FERRER / EL PAVÓN TEATRO KAMIKAZE / FESTIVAL DE OTOÑO A PRIMAVERA DE LA COMUNIDAD DE MADRID / CALLE CRUZADA.
Blackbird significa mirlo. Su color negro representa la muerte, el mal y el descenso a los infiernos. Su faceta de ave simboliza la vida eterna y el ascenso a los cielos. Por eso Blackbird representa la tensión entre el alma y el cuerpo, lo espiritual y lo terrenal, en palabras de los responsables del Teatro Pavón/Kamikaze, lugar en el que tuvo lugar el estreno de esta producción.
Quince años sin verse. Una mujer confundida que busca venganza y también, por qué no, un abrazo. Un hombre obsesionado por el olvido pero atrapado por una pasión. Nunca quise herirte, le dice él. Lo hiciste, le contesta ella.
Un asunto escabroso y lleno de dolor en una función que fue la sensación del Festival de Edimburgo en 2005 y que triunfó en 2007 en Broadway. Tres años después, Andrés Lima la montó en Gotemburgo, y Lluís Pasqual la dirigió en el Piccolo de Milán (2011) y en el Lliure barcelonés (2013). Llega ahora al Central en esta nueva versión de la que se ha dicho: Una gran noche de teatro que no hay que perderse: no van a olvidar Blackbird. (Marcos Ordoñez. Babelia. El País).
Hay que tener mucho coraje, actoral y humano, para atreverse con una obra como esta, que no es una simple historia de abusador y víctima.
El conflicto se traslada al patio de butacas, donde el espectador, convertido en juez, va recomponiendo a través del diálogo un puzle al que le faltan piezas. El público sostiene un intenso debate interno que reflexiona sobre los límites del amor, cuestionándose el concepto de amor en sí mismo y el papel que en él juegan la sociedad, la familia, la ley y la moral.
Un cuento sobre el ratón y el gato, fascinante y perturbador: 90 minutos de intriga sexual y revancha con una genuina teatralidad y un poder innegable para conmocionar. Associated Press.