FRANÇOIS CHAIGNAUD Y TÂNIA CARVALHO DESNUDAN LA ANORMALIDAD DE LOS CUERPOS DE LOS BAILARINES PARA IR MÁS ALLÁ Y CREAR UN ESPECTÁCULO COREOGRÁFICO QUE BORRA CUALQUIER ASPECTO FORMAL DE LA DANZA.
François Chaignaud firma la primera parte de la velada con Blasons. El título hace referencia a que los cuerpos en escena suelen ser mirados, escudriñados, burlados o admirados, en cierto modo “blasonados”. Eso es lo que muestran los performers con tanta sinceridad y fuerza que es imposible no emocionarse.
Mientras esta primera parte del espectáculo permanece anclada en una dimensión real, la segunda, confiada a Tânia Carvalho, nos sumerge en un universo totalmente imaginario. Ya no hay diferencias entre “normalidad” y “anormalidad”: muñecos disfrazados de autómatas, maquillados y vestidos como payasos pueblan el escenario. Sus movimientos espasmódicos y “robóticos” siguen el ritmo implacable de un metrónomo. La voz de Tânia Carvalho sobre la música Lumi potete, piangere de Giovanni Legranzi humaniza el escenario. Una mujer se destaca de las demás performers: casi inmóvil, se libera con sus movimientos contraídos, con los dedos de las manos apretados, pero no exterioriza la realidad de su sufrimiento.